El Colegio de Periodistas de Andalucía apela a la responsabilidad en el tratamiento informativo de la actualidad del ‘coronavirus’

El periodismo debe ser informativo, divulgativo, pedagógico y tener como principal objetivo facilitar a la ciudadanía datos contrastados y comprensibles sobre la realidad que acontece. Para ello es fundamental contextualizar la información y dar voz a la ciencia y a personas expertas autorizadas; evitar las opiniones vacías y la dramatización de las piezas informativas; huir de la especulación y favorecer la canalización de la información que facilitan las fuentes oficiales complementadas con un trabajo serio de investigación.

Por el contrario, el conteo de muertes y contagios, hablar de desabastecimiento de supermercados y farmacias, utilizar testimonios casuales no expertos y un lenguaje alarmista con términos como “pánico global” o “crisis mundial” «estampida» o titulares dramáticos y sensacionalistas, no contribuyen a los objetivos y fines del periodismo y favorecen la generación de bulos e informaciones falsas que no encuentran contrapeso en una información sólida y sin fisuras como la que debe ofrecer el Periodismo.

Desde el Colegio de Periodistas de Andalucía recordamos la responsabilidad de los medios y quienes informan ante situaciones de alerta por crisis sanitarias y la existencia de guías específicas sobre el tema que pueden servir de orientación a la hora de abordar casos como el del «coronavirus» que ocupa durante estos días la agenda informativa y de actualidad. Especialmente, la Guía editada por el Colegio Profesional de Periodistas de Andalucía en colaboración con la Facultad de Comunicación de la Universidad de Sevilla que puedes consultar íntegramente en nuestra web.

Estos son los elementos clave a tener en cuenta:

  • Precisión y rigor en la información difundida a través de las redes sociales, buscando siempre las fuentes oficiales en materia de salud.
  • Administrar correctamente los tiempos existentes entre la canalización de una información y la distribución de nuevos datos relativos a la misma.
  • Transparencia y concisión. Evaluar los instrumentos de gestión de la crisis con la mayor objetividad posible para dejar a un lado los posibles conflictos de intereses.
  • Claridad a la hora de informar en tiempo real con los datos concisos que precise la población para estar informada.
  • Huir de todo tipo de sensacionalismos.
  • No contribuir a magnificar el caso con la difusión de informaciones que puedan ser objeto de sobredimensionamiento por parte de la opinión pública. Evitar dramatismo en el uso del lenguaje y huir de los riesgos informativos.
  • Dar a conocer a la población la existencia real de sistemas de información acerca de la vigilancia de la salud creados por las diferentes administraciones públicas competentes en materia de salud: cáncer, gripe, VIH, atlas de mortalidad…
  • Necesidad de incidir en las exigencias de los medios de comunicación y de las empresas informativas a las administraciones para que exista una comunicación fluida con los responsables de la salud pública.
  • Responsabilidad de los comunicadores y comunicadoras a través de la búsqueda de testimonios de expertos que enriquezcan las informaciones del caso difundidas por los propios gabinetes de prensa de las administraciones de salud.
  • Distinguir a priori el impacto de la difusión del hecho noticioso por su relevancia a nivel local (un determinado brote en un municipio), nacional (difusión por agencias de una epidemia con posible afección en la totalidad del país) o internacional (pandemias).
  • Enriquecer la información por múltiples canales informativos.