Editorial: La noticia, el suicidio del periódico

Hubo un tiempo, cuando el periodismo era una profesión que andaba en el candelero social, que no había Internet, ni móviles, ni smartphones, incluso ni teléfonos en los pisos que alquilaban los periodistas. Era una época en la que en la radio, pero sobre todo en los periódicos, para contar la vida había que estar casi todo el día en la calle para justificar luego, ante el redactor jefe, tu periodismo. Te levantabas, te ibas al ayuntamiento, a la sede de algún partido político o a la calle y anotabas en tu libreta toda la vida que se había producido esa mañana en los distintos campos y que ibas contar para el periódico del día siguiente. Llegabas a la Redacción por la tarde y te sentabas delante de una máquina de escribir, la única compañía, junto con la posibilidad de una enciclopedia, que te acompañaba en el desarrollo de tu reportaje, columna, entrevista o noticia. Tú solo ante el teclado y ante tu libreta de notas o tu radio-cassette. En aquellas redacciones el periodista tenía que venir curtido de la calle porque eran sus notas y su cinta de radiocassette los únicos argumentos que sustentaban la verdad del periódico del día siguiente. En aquellas redacciones donde no dejaba de sonar el persistente teclado de las Olivetti no había pantallas de ordenadores que te sacaran del aprieto de una ocasional falta de profesionalidad pegando-copiando otros escritos disponibles en el ordenador. Eran los tiempos de bohemia de la gabardina y el abrigo porque la calle, lloviendo o con frío, era el destino natural del periodista, que se conocía todos los chiringuitos que por culpa de la época no eran de dominio público. Y el papel, que después de leído servía para envolver bocadillos y otras cosas, era la esencia de la comunicación.

Pero la radio se elevó con su omnipresencia perpetua, la televisión hizo estragos con sus imágenes impactantes y luego Internet, con su continua inmediatez, ha propiciado el comienzo de un irresistible descenso al olvido del formato del periódico de toda la vida. Y del periodismo como profesión en el candelero social y bien remunerada. Al periodismo –y es la historia—lo ha obligado a suicidarse su propia razón de ser: la noticia, que ya no necesita, para saborearse, de tanta parafernalia bohemia. La radio, la tele e Internet, sin ese ritual, ya han conseguido el mismo objetivo. El pasado miércoles 9 de noviembre, a la misma hora en que las páginas web de los periódicos nos informaban de que Donald Trump había ganado las elecciones de los Estados Unidos de América, las portadas de papel de los diarios nos decían que “América vota partida” y que “las encuestas anteriores al recuento oficial auguraban un resultado muy apretado”.

Manuel Fernández, Presidente de la Demarcación de Córdoba del CPPA

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